HARRY POTTER Y LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA?¿UN FUTURO DE PELÍCULA?
Por
Juan Manuel López Caballero
Al igual que en el libreto de los cuentos y de las películas de Harry Potter, la creación del 'malo' es igual de importante a la imagen del 'bueno'.
Para quienes hemos buscado intervenir analíticamente en el proceso que vive Colombia, lo que nos atribuyen como una oposición a Uribe ha sido algo más concreto y menos personal que un rechazo a él mismo: ha sido un debate y un cuestionamiento a los modelos que su gobierno impulsa.
El modelo económico neoliberal, el autocrático en lo político, y la falta de atención a lo social han caracterizado seis años de Gobierno en los cuales ha prevalecido la filosofía del 'todo se vale' para derrotar la guerrilla, y este ha sido el único objetivo del Gobierno.
Elementos esenciales de esta política han sido el perpetuar el poder en cabeza del mismo presidente Uribe y, al asumir el Estado la misma actitud que llevó a la formación de grupos paramilitares, condonar las acciones de quienes escogieron ese camino por vías bárbaras e ilegales.
Por esas dos últimas razones, además de debatir sobre los modelos abstractos, se rechaza y cuestiona la forma en que se están ejecutando esas políticas de gobierno.
El mandatario supone ser solo la persona que recibe el encargo de desarrollar el mandato ciudadano. Y, en términos reales -en general, pero sobre todo en nuestro caso- es tan solo el instrumento utilizado por los grupos de interés de los sectores dominantes de la sociedad para imponer o preservar el sistema que los favorece.
Por eso, el protagonismo de quien aparentemente ejerce el poder debe ser visto como accidental, como una simple manifestación de corrientes más profundas dentro de una sociedad; y, por eso, los procesos que vivimos no han sido estudiados por estos analistas alrededor de la persona y la personalidad del Dr. Alvaro Uribe.
Todo lo anterior no obsta para que sus caractéristicas individuales deban ser entendidas, puesto que, a más de tener bastante incidencia, encarnan las virtudes y defectos representativos de lo que una sociedad -y sobre todo quienes la controlan- desean en ese momento; lo que sí hace es que la calificación de 'antiuribista' no sea la apropiada para quienes, sin atender tanto a la persona del actual presidente, sentimos que Colombia va por mal camino.
Caracterizar al Presidente como obsesivo o autocrático no es descalificarlo -puesto que pocos discutirían que lo es-, lo mismo que reconocerle sus capacidades de trabajo o su habilidad mediática no significa ser 'uribista'. El calificativo de 'mesías' implica admitir que las intenciones son buenas -así uno no las comparta-, y más cuando se admiran las habilidades, así se lamente que no estén al servicio de otros modelos o de otros sectores sociales.
Hacer oposición con alternativas a un gobierno no es ser 'anti' nada: es contribuir a la búsqueda de soluciones para el país; el dejar de hacerla, en cambio, es colaborar a que toda la sociedad no solo quede sometida a unos razgos de personalidad sino que se identifique con ellos.
Por eso, los recientes hechos hacen que para el futuro inmediato sí sea conveniente ver hasta dónde nos están haciendo vivir un guión de película alrededor de un protagonista.
El futuro del país no se esta jugando a largo plazo -la reelección presidencial- sino en un evento inmediato: un Presidente es una coyuntura, mientras que una comunidad y una Nación dependen de lo que sea su organización para administrar justicia. Y lo que enfrentamos hoy es la estrategia del Gobierno para presentar al presidente como Harry Potter, y a la Corte Suprema de Justicia como una de esas encarnaciones del mal que tienen la habilidad de proyectar una imagen falsa de buenas, pero que en el fondo encarnan el mal, y solo un héroe de película o de cuentos infantiles tiene la capacidad para derrotarlas.
La similitud del Dr. Uribe con el aprendiz de brujo va más allá del parecido físico, de cara de seminarista y fragilidad física, dentro de una voluntad de hierro. También el niño mago se destaca por no reconocer las reglas de la escuela y por cometer 'pecadillos' que alteran el orden de su comunidad.
Pero, al igual que en el libreto de los cuentos y de las películas de Harry Potter, la creación del 'malo' es igual de importante a la imagen del 'bueno'.
Y a eso han dedicado su capacidad y poder el Gobierno y sus instrumentos mediáticos, intentando acabar con la autoridad de la Corte Suprema de Justicia y crear una visión según la cual, lejos de ser la defensora y la representante de la Justicia, sería la usurpadora de esas funciones con el objetivo de atacar un Gobierno que sí se identifica con ella.
Pasamos de las simples ofensas, a las demandas de Presidente, Ministros y altos asesores contra algunos magistrados y contra su sala penal, luego de la sindicación de delincuentes sociales por vinculación y/o afinidad con grupos ilegales, han seguido después 'falsos positivos' en contra de sus miembros. Sorprendió por último el complot contra la rama judicial en reuniones con los procesados por delitos de lesa humanidad, unas a espaldas de los jueces de los procesos y otras totalmente clandestinas.
La culminación es la propuesta de reforma, pasándola por un Congreso que está impedido moral -y probablemente legalmente-, debido a los juicios que sobre sus miembros pesan; y todo esto basados en que, tal como lo ha mencionado el Presidente 'pueden votar sus proyectos, antes de que los metan a la carcel'.
Cuando la máxima autoridad de nuestra Justicia pide explicaciones; cuando la Corte Penal Internacional (entidad que actúa a nombre de la comunidad mundial) notifica que está pendiente de las actuaciones de nuestras autoridades; cuando se llega al punto de que puede ser que nuestra Corte tenga que demandar al Gobierno ante esa Corte Internacional, es porque algo muy grave, y tal vez lo más determinante para el futuro, está pasando.
Pretender, como se insinúa, que lo que pasa es que todas las Cortes, internas y externas, son manipuladas por las Farc, es un despropósito que no cabe en cabeza sensata alguna.
Las habilidades presidenciales se convierten en perversidades cuando tratan de tergiversar la realidad para ponerla al servicio de la mentira. La Corte Internacional está preocupada porque el Ejecutivo está interfiriendo -probablemente en forma indebida- en el campo de la Justicia y está impidiendo que los crímenes contra la humanidad sean debidamente procesados y sancionados.
Proponer que los cuestionamientos que el Ejecutivo hace a la sala penal de la Corte o a sus miembros lleva a que esta esté impedida para ejercer sus funciones y que ese deba ser el interés de la Corte Internacional es actuar francamente de mala fe; es buscar acabar con la instancia que permite la convivencia en cualquier comunidad y dar prioridad a unos intereses inconfesables o inaceptables -la impunidad para delitos de lesa humanidad-.
'Cuasimesías' ha habido que han cambiado la historia de sus países, unos aceptados como héroes -v.gr. Churchill-, otros controvertidos -v.g. Franco-, y otros como villanos -v.gr. Hitler-.
En eso ya estamos embarcados y Colombia no volverá ser la misma después de Uribe. Por eso, para nosotros es hora de despertar y ver de frente la realidad: ni el Presidente es Harry Potter, ni nuestra Corte Suprema de Justicia es el Señor de las Tinieblas que amenaza nuestra sociedad, ni Colombia está viviendo un cuento de niños.
Para quienes hemos buscado intervenir analíticamente en el proceso que vive Colombia, lo que nos atribuyen como una oposición a Uribe ha sido algo más concreto y menos personal que un rechazo a él mismo: ha sido un debate y un cuestionamiento a los modelos que su gobierno impulsa.
El modelo económico neoliberal, el autocrático en lo político, y la falta de atención a lo social han caracterizado seis años de Gobierno en los cuales ha prevalecido la filosofía del 'todo se vale' para derrotar la guerrilla, y este ha sido el único objetivo del Gobierno.
Elementos esenciales de esta política han sido el perpetuar el poder en cabeza del mismo presidente Uribe y, al asumir el Estado la misma actitud que llevó a la formación de grupos paramilitares, condonar las acciones de quienes escogieron ese camino por vías bárbaras e ilegales.
Por esas dos últimas razones, además de debatir sobre los modelos abstractos, se rechaza y cuestiona la forma en que se están ejecutando esas políticas de gobierno.
El mandatario supone ser solo la persona que recibe el encargo de desarrollar el mandato ciudadano. Y, en términos reales -en general, pero sobre todo en nuestro caso- es tan solo el instrumento utilizado por los grupos de interés de los sectores dominantes de la sociedad para imponer o preservar el sistema que los favorece.
Por eso, el protagonismo de quien aparentemente ejerce el poder debe ser visto como accidental, como una simple manifestación de corrientes más profundas dentro de una sociedad; y, por eso, los procesos que vivimos no han sido estudiados por estos analistas alrededor de la persona y la personalidad del Dr. Alvaro Uribe.
Todo lo anterior no obsta para que sus caractéristicas individuales deban ser entendidas, puesto que, a más de tener bastante incidencia, encarnan las virtudes y defectos representativos de lo que una sociedad -y sobre todo quienes la controlan- desean en ese momento; lo que sí hace es que la calificación de 'antiuribista' no sea la apropiada para quienes, sin atender tanto a la persona del actual presidente, sentimos que Colombia va por mal camino.
Caracterizar al Presidente como obsesivo o autocrático no es descalificarlo -puesto que pocos discutirían que lo es-, lo mismo que reconocerle sus capacidades de trabajo o su habilidad mediática no significa ser 'uribista'. El calificativo de 'mesías' implica admitir que las intenciones son buenas -así uno no las comparta-, y más cuando se admiran las habilidades, así se lamente que no estén al servicio de otros modelos o de otros sectores sociales.
Hacer oposición con alternativas a un gobierno no es ser 'anti' nada: es contribuir a la búsqueda de soluciones para el país; el dejar de hacerla, en cambio, es colaborar a que toda la sociedad no solo quede sometida a unos razgos de personalidad sino que se identifique con ellos.
Por eso, los recientes hechos hacen que para el futuro inmediato sí sea conveniente ver hasta dónde nos están haciendo vivir un guión de película alrededor de un protagonista.
El futuro del país no se esta jugando a largo plazo -la reelección presidencial- sino en un evento inmediato: un Presidente es una coyuntura, mientras que una comunidad y una Nación dependen de lo que sea su organización para administrar justicia. Y lo que enfrentamos hoy es la estrategia del Gobierno para presentar al presidente como Harry Potter, y a la Corte Suprema de Justicia como una de esas encarnaciones del mal que tienen la habilidad de proyectar una imagen falsa de buenas, pero que en el fondo encarnan el mal, y solo un héroe de película o de cuentos infantiles tiene la capacidad para derrotarlas.
La similitud del Dr. Uribe con el aprendiz de brujo va más allá del parecido físico, de cara de seminarista y fragilidad física, dentro de una voluntad de hierro. También el niño mago se destaca por no reconocer las reglas de la escuela y por cometer 'pecadillos' que alteran el orden de su comunidad.
Pero, al igual que en el libreto de los cuentos y de las películas de Harry Potter, la creación del 'malo' es igual de importante a la imagen del 'bueno'.
Y a eso han dedicado su capacidad y poder el Gobierno y sus instrumentos mediáticos, intentando acabar con la autoridad de la Corte Suprema de Justicia y crear una visión según la cual, lejos de ser la defensora y la representante de la Justicia, sería la usurpadora de esas funciones con el objetivo de atacar un Gobierno que sí se identifica con ella.
Pasamos de las simples ofensas, a las demandas de Presidente, Ministros y altos asesores contra algunos magistrados y contra su sala penal, luego de la sindicación de delincuentes sociales por vinculación y/o afinidad con grupos ilegales, han seguido después 'falsos positivos' en contra de sus miembros. Sorprendió por último el complot contra la rama judicial en reuniones con los procesados por delitos de lesa humanidad, unas a espaldas de los jueces de los procesos y otras totalmente clandestinas.
La culminación es la propuesta de reforma, pasándola por un Congreso que está impedido moral -y probablemente legalmente-, debido a los juicios que sobre sus miembros pesan; y todo esto basados en que, tal como lo ha mencionado el Presidente 'pueden votar sus proyectos, antes de que los metan a la carcel'.
Cuando la máxima autoridad de nuestra Justicia pide explicaciones; cuando la Corte Penal Internacional (entidad que actúa a nombre de la comunidad mundial) notifica que está pendiente de las actuaciones de nuestras autoridades; cuando se llega al punto de que puede ser que nuestra Corte tenga que demandar al Gobierno ante esa Corte Internacional, es porque algo muy grave, y tal vez lo más determinante para el futuro, está pasando.
Pretender, como se insinúa, que lo que pasa es que todas las Cortes, internas y externas, son manipuladas por las Farc, es un despropósito que no cabe en cabeza sensata alguna.
Las habilidades presidenciales se convierten en perversidades cuando tratan de tergiversar la realidad para ponerla al servicio de la mentira. La Corte Internacional está preocupada porque el Ejecutivo está interfiriendo -probablemente en forma indebida- en el campo de la Justicia y está impidiendo que los crímenes contra la humanidad sean debidamente procesados y sancionados.
Proponer que los cuestionamientos que el Ejecutivo hace a la sala penal de la Corte o a sus miembros lleva a que esta esté impedida para ejercer sus funciones y que ese deba ser el interés de la Corte Internacional es actuar francamente de mala fe; es buscar acabar con la instancia que permite la convivencia en cualquier comunidad y dar prioridad a unos intereses inconfesables o inaceptables -la impunidad para delitos de lesa humanidad-.
'Cuasimesías' ha habido que han cambiado la historia de sus países, unos aceptados como héroes -v.gr. Churchill-, otros controvertidos -v.g. Franco-, y otros como villanos -v.gr. Hitler-.
En eso ya estamos embarcados y Colombia no volverá ser la misma después de Uribe. Por eso, para nosotros es hora de despertar y ver de frente la realidad: ni el Presidente es Harry Potter, ni nuestra Corte Suprema de Justicia es el Señor de las Tinieblas que amenaza nuestra sociedad, ni Colombia está viviendo un cuento de niños.
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