Fila de humillados
Por
Rafael Rincón P.[1]
Acceder a la justicia para
pretender el amparo de un derecho fundamental se convirtió en una fila de
humillados. En Medellín, es necesario estar a las cuatro de la mañana en las
puertas del Edificio José Felix de Restrepo (Palacio de Justicia en La
Alpujarra) para poder radicar una acción de tutela que busca la protección
judicial de un derecho inherente a cada persona.
En esta fila florecen hoy las
ventas de puestos, la narrativa del dolor, los desmayos, los aprovechados, la
corrupción, la indiferencia ciudadana, política y judicial, en fin en ella se
conjugan todos los insumos necesarios para no creer en la ley ni en la
justicia. La fila de ocho horas que cada ciudadano hace para presentar una
tutela es un curso de inmersión en el escepticismo estatal.
En la fila de los humillados
muchos no tienen para comprar una bolsa de agua y menos para pagar las
fotocopias que les exige la administración de justicia. Es una fila de personas
que buscan que se restablezca su derecho a la dignidad humana, pero,
contradictoriamente, para lograrlo deben humillarse a los ojos de los jueces,
fiscales y abogados. Hacer la fila de la tutela implica bajar la altivez y
herir el amor propio.
Lo que la insolidaridad ignora es
que, parodiando un viejo eslogan comercial de la ciudad, la fila de la tutela
será una fila que tarde o temprano todo ciudadano tendrá que hacer.
Quien llega al “Palacio de
Justicia”, ya ha transitado previamente por la Defensoría, la Personería o la
oficina de un abogado amigo, quienes le redactan la petición con la que buscan
se tutele un derecho vulnerado.
Este siniestro peregrinaje
administrativo-judicial doblega a un grueso número de ciudadanos que
seguramente mueren en las salas de espera de las IPS. Los sobrevivientes, si
superan este nivel, podrán esperar un fallo judicial que puede ser favorable o
desfavorable y que para acabar de ajustar no intimida, ni vincula realmente al
ofensor, es decir, no se cumplirá en muchos casos y llevará al
sobreviviente a otro nivel, como en un
juego de play station, llamado
desacato a una decisión judicial.
Cualquiera diría que se acerca el
final, pero todavía sigue la romería, pues declarado el desacato, es posible
que el funcionario vaya arrestado un breve tiempo y eso no resolverá el
problema y en muchos casos lo que hará es agravarlo.
Al final, la persona muere o por
arte de birlibirloque, o por cansancio administrativo consigue el tan anhelado
amparo constitucional.
¿Y los responsables? El Artículo
segundo de la Constitución dice que las autoridades están instituidas para
garantizar los derechos de todas las personas; pero cuando se les reclama llega
el festival de la evasión.
Pregunto: ¿Y es que el Consejo
Seccional de la Judicatura no puede organizar mejor la atención, que debe ser
prevalente, a quienes buscan proteger sus derechos fundamentales?
No puede ser que nos escandalice más
la fila en una entidad financiera para retirar o consignar dinero y no nos
apabulle la fila y romería eterna de quien busca salvar su vida o la de un
familiar.
Medellín, 28 de enero de 2016
1 comentario:
EXCELENTE PUBLICACION
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