viernes, mayo 02, 2008

Segunda Opinión

Abril 30 de 2008
La Justicia acosada

Por
Ramiro Bejarano, abogado.

No es coincidencia que desde Uribe I su relación con la justicia haya sido desastrosa. Su primer acto fue suprimir el Ministerio de la Justicia, y fusionarlo con el de la Política, para nombrar allí a Fernando Londoño Hoyos, enemigo del sistema judicial y en particular de la Corte Suprema de Justicia, abogado de dudosa reputación, como lo confirma el hecho de que al facturar esta nota, la Corte Constitucional ha tomado más decisiones en su contra por el inescrupuloso manejo de las acciones de Invercolsa.

Ese mal comienzo se ha prolongado en Uribe II, cuando conocimos el odio visceral de la Casa de Nariño por los jueces. Tal malquerencia no es fortuita, ni obedece a simple ojeriza.

La Sala Penal de la Corte tenía en sus anaqueles unas investigaciones contra políticos afectos al régimen, por vínculos con el paramilitarismo, y cuando por alguna razón -ajena del todo al Gobierno-, debió impulsarlas, se desató la furia presidencial, a tal extremo que ya hoy nadie duda de que al mandatario no le disgusta que esa institución sea desprestigiada.

El país asiste asombrado a ese deplorable espectáculo de un presidente que denigra de su Corte Suprema, porque le incomodan sus fallos. Cuando esa Corte tomó una determinación que no le gustó al mandatario sobre el alcance de la Ley de Justicia y Paz, no tuvo inconveniente en acusarla de adoptar fallos con sesgo político. Luego vinieron sus insinuaciones sobre el supuesto clientelismo de unos magistrados en la Fiscalía y en la Procuraduría; después ásperas referencias a Yesid Ramírez, ex presidente de la Corporación; para no ahondar en el espinoso litigio que promovió contra el otro ex presidente de la Corte Suprema, César Julio Valencia, por el que paso de lado en atención a mi vinculación profesional como su defensor.

La red que atrapó a los protagonistas de la parapolítica, representa lo que para Italia significó el juicio de "manos limpias". Allá rodearon a sus jueces, salvo las estructuras untadas de mafia y corrupción. Aquí la historia se repite, porque a medida que caen los amigos del Presidente, y su primo, se generalizan los rumores de supuesta inmoralidad de magistrados de la Corte y del Fiscal.

En ese ambiente de conspiración, unos abogados llenos de contratos estatales sugirieron al Gobierno la perversa idea de enfrentar la crisis de los políticos encarcelados, creando unos tribunales especiales que sustituyan a esa Corte que los juzga, como en su momento lo hizo Carl Schmitt, el jurista del nazismo. Jamás se había visto semejante afrenta contra los jueces, propiciada desde las entrañas del poder. Ahora vendrá una Comisión Interinstitucional de áulicos que ejecutará esa y otras siniestras propuestas.

La actual es la hora de la Justicia. El remedio al trauma de hoy, no puede ser otro que fortalecer y respaldar a sus jueces. Lo contrario sería tomar el camino del abismo. Mucho me temo que hacía allá vamos.

Por Ramiro Bejarano, abogado.

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