¿Un nuevo ministerio?
Por
Rafael Pardo Rueda
¿Están hoy más seguros el comercio, las fronteras, las relaciones externas?
Seguridad es tener bajo resguardo lo principal, sea la familia o los bienes para una persona; o sea, el territorio o la libertad o el bienestar de los ciudadanos para una nación. ¿Tenemos hoy mejor seguridad los colombianos? Al parecer, sí. La gente se siente más segura que hace cinco años. La seguridad física ha mejorado y esto hay que abonárselo al Gobierno y a la persistencia del Presidente. Pero no todo va en la misma dirección y hay signos preocupantes.
El Ejército ha tenido al menos cuatro muy significativos resultados en capturas de narcos y bajas de importantes guerrilleros. Eso es un avance. La Fuerza Aérea tiene destacados resultados operacionales, la Policía Nacional también y la Armada confisca más coca que cualquier otra fuerza.
La otra cara: hay noticias diarias de operativos y capturas, pero también de falsos positivos; corrupción que incluye altos oficiales; infiltración de paramilitares en el DAS; chuzadas de teléfonos, incluso al Jefe de Estado y a la Corte Suprema; infiltrados e infiltradas que se meten hasta en la cocina del Ministro de Defensa; solicitudes de dinero a un extraditable para no extraditarlo por parte de un ex asesor del Presidente; miles de detenciones y centenares de ejecuciones ilegales de campesinos para llenar méritos en la Fuerza Pública. Esas noticias llenan las páginas de los periódicos. El crecimiento de las fuerzas y los dineros para inteligencia y recompensas, necesario para mejorar la seguridad, no ha tenido un desarrollo institucional paralelo con el control de los abusos y el nivel de sueldos, condiciones laborales y de bienestar de las tropas.
Los avances en reducción de violencia urbana, que son esfuerzo de alcaldes, justicia y policía (sin menospreciar el papel militar, que ha sido notable), deben ir acompañados de cambios institucionales que los estabilicen. La Policía cada vez está más incómoda en el Ministerio de Defensa, por la distorsión de sus prioridades dentro de la fuerza militar. La Policía de hoy y del futuro debe estar más cerca de los alcaldes y de la justicia que de la fuerza militar, sin perder la necesaria coordinación, por supuesto. Pero la cercanía natural de la policía es con la investigación judicial y con la prevención del delito. De la inmensa cifra del impuesto de seguridad es muy poco lo que irá a la Policía y a la prevención del delito (también irá casi nada de este impuesto al bienestar de las tropas y a las condiciones salariales de la Fuerza Pública).
La Policía tendría más atención de sus prioridades en un nuevo Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, que asuma la relación del actual Ministerio del Interior con la rama jurisdiccional, sobre la que hay casi consenso en que ha fracasado. Tiene más sentido que estén unidas institucionalmente las prisiones, la policía preventiva y judicial, y la relación con la rama jurisdiccional. También debería pasar a este ministerio la función que hoy ejerce el DAS sobre migración y control de fronteras y la relación con Interpol.
En lo internacional, los colombianos vivimos, por el contrario, en un ambiente menos seguro que antes. No siempre por actos del Gobierno, pero este tiene responsabilidades en este deterioro. Empecemos por los vecinos. Las relaciones con Venezuela están en el peor riesgo en la historia. Con Ecuador, una apresurada diplomacia del Presidente ha buscado recomponer cinco años de poco interés por el vecino y de desaciertos en la relaciones con Quito. Con Panamá hay una controversia comercial seria por el cierre de puertos a mercancías de este país. Nicaragua amenaza con movilizaciones armadas, y en el momento culminante de la decisión de la Corte de La Haya, que pudiera afectar la integridad territorial colombiana, se cambia a nuestro embajador en ese país. Y con Estados Unidos están en punta las relaciones con la mayoría del Congreso por el tratado comercial entre los dos países. Entonces surgen preguntas. ¿Está hoy más seguro el comercio que antes? ¿Acaso están más seguras las fronteras? ¿Están sólidas las relaciones con los vecinos? Es otra cara de la seguridad.
Seguridad es tener bajo resguardo lo principal, sea la familia o los bienes para una persona; o sea, el territorio o la libertad o el bienestar de los ciudadanos para una nación. ¿Tenemos hoy mejor seguridad los colombianos? Al parecer, sí. La gente se siente más segura que hace cinco años. La seguridad física ha mejorado y esto hay que abonárselo al Gobierno y a la persistencia del Presidente. Pero no todo va en la misma dirección y hay signos preocupantes.
El Ejército ha tenido al menos cuatro muy significativos resultados en capturas de narcos y bajas de importantes guerrilleros. Eso es un avance. La Fuerza Aérea tiene destacados resultados operacionales, la Policía Nacional también y la Armada confisca más coca que cualquier otra fuerza.
La otra cara: hay noticias diarias de operativos y capturas, pero también de falsos positivos; corrupción que incluye altos oficiales; infiltración de paramilitares en el DAS; chuzadas de teléfonos, incluso al Jefe de Estado y a la Corte Suprema; infiltrados e infiltradas que se meten hasta en la cocina del Ministro de Defensa; solicitudes de dinero a un extraditable para no extraditarlo por parte de un ex asesor del Presidente; miles de detenciones y centenares de ejecuciones ilegales de campesinos para llenar méritos en la Fuerza Pública. Esas noticias llenan las páginas de los periódicos. El crecimiento de las fuerzas y los dineros para inteligencia y recompensas, necesario para mejorar la seguridad, no ha tenido un desarrollo institucional paralelo con el control de los abusos y el nivel de sueldos, condiciones laborales y de bienestar de las tropas.
Los avances en reducción de violencia urbana, que son esfuerzo de alcaldes, justicia y policía (sin menospreciar el papel militar, que ha sido notable), deben ir acompañados de cambios institucionales que los estabilicen. La Policía cada vez está más incómoda en el Ministerio de Defensa, por la distorsión de sus prioridades dentro de la fuerza militar. La Policía de hoy y del futuro debe estar más cerca de los alcaldes y de la justicia que de la fuerza militar, sin perder la necesaria coordinación, por supuesto. Pero la cercanía natural de la policía es con la investigación judicial y con la prevención del delito. De la inmensa cifra del impuesto de seguridad es muy poco lo que irá a la Policía y a la prevención del delito (también irá casi nada de este impuesto al bienestar de las tropas y a las condiciones salariales de la Fuerza Pública).
La Policía tendría más atención de sus prioridades en un nuevo Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, que asuma la relación del actual Ministerio del Interior con la rama jurisdiccional, sobre la que hay casi consenso en que ha fracasado. Tiene más sentido que estén unidas institucionalmente las prisiones, la policía preventiva y judicial, y la relación con la rama jurisdiccional. También debería pasar a este ministerio la función que hoy ejerce el DAS sobre migración y control de fronteras y la relación con Interpol.
En lo internacional, los colombianos vivimos, por el contrario, en un ambiente menos seguro que antes. No siempre por actos del Gobierno, pero este tiene responsabilidades en este deterioro. Empecemos por los vecinos. Las relaciones con Venezuela están en el peor riesgo en la historia. Con Ecuador, una apresurada diplomacia del Presidente ha buscado recomponer cinco años de poco interés por el vecino y de desaciertos en la relaciones con Quito. Con Panamá hay una controversia comercial seria por el cierre de puertos a mercancías de este país. Nicaragua amenaza con movilizaciones armadas, y en el momento culminante de la decisión de la Corte de La Haya, que pudiera afectar la integridad territorial colombiana, se cambia a nuestro embajador en ese país. Y con Estados Unidos están en punta las relaciones con la mayoría del Congreso por el tratado comercial entre los dos países. Entonces surgen preguntas. ¿Está hoy más seguro el comercio que antes? ¿Acaso están más seguras las fronteras? ¿Están sólidas las relaciones con los vecinos? Es otra cara de la seguridad.
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