sábado, noviembre 24, 2007

Segunda Opinión

De la cifra repartidora al debate

Jorge Mejía Martínez
Jorge.mejia@une.net.co

Desde la teoría o desde la academia el color de las cosas puede ser uno y otro muy distinto puede ser el tono de la realidad. Es lo que ocurre cuando se analizan los resultados electorales locales últimos de cara a la reforma política vigente desde 2003. Todavía hay mucho trecho que recorrer para encontrar que dicha reforma sí traduce una mayor calidad de la política y la democracia. No se han fortalecido los Partidos. Por que se esperaba que los aspirantes buscaran a cualquiera de los 16 partidos políticos para que avalaran sus candidaturas. Sin embargo, para las elecciones de octubre se crearon 265 movimientos bajo el nombre de “grupos significativos de ciudadanos”. Además, las enfermedades que buscó superar la reforma como el unipersonalismo (autoproyectos), la incoherencia y la indisciplina, continúan como si nada hubiese pasado. Para consuelo, repitamos una tesis extendida en la ciencia política y repetida por el profesor Tulio Eli Chinchilla en una investigación de la U de A del año pasado: las reglas electorales no tienen un poder mágico para modificar y moldear un universo electoral. Son reglas que operan de forma indirecta a manera de estímulos y desestímulos sobre la conducta de partidos y electores. Y si llegan a producir el efecto buscado, sólo lo logran a mediano o a largo plazo.
A mis apreciados amigos Ramón Elejalde A. y Armando Estrada V. les reconozco que sus observaciones nos permitieron entender que la perversión no está tanto en la cifra repartidora sino en todas las falencias del sistema electoral. Faltan dientes para que la perversión desaparezca. Pero sus argumentos no me permiten explicar la paradoja de que mientras el Partido Liberal pasa de 79.479 votos en 2003 a 79.868 en 2007, pierde tres curules, y el Partido Conservador con un salto de 33.240 en 2003 a 51.086 -¡incremento superior al 50%!- escasamente sostiene la misma representación. Los cuatro concejales liberales suman 29.779 votos, dejando en el alambrado 50.098 sufragios. Y sigo sin entender cómo un candidato que saca 6.016 respaldos como Jhon Fredy Toro queda por fuera para que pueda ingresar otro aspirante con 2.569 votos. Sin que ello implique que yo sea enemigo del derecho de las minorías a acceder a los cargos de elección popular. Supuestamente, el actual sistema electoral colombiano pretende mejorar un asunto que es crucial en todas partes como la proporcionalidad entre los votos y las curules a repartir. Pero dista de lograrlo.
Giovanni Sartori recuerda la relación estrecha que existe entre un sistema de representación proporcional y el tamaño del distrito electoral (elecciones nacionales o elecciones locales). Considera que el sistema se volverá desproporcional por el reducido tamaño del distrito. Lo mismo plantea el analista Alemán Dieter Nohlen, recientemente en Colombia, con su tesis de que la variable electoral más determinante es el tamaño de la circunscripción, variable que en este caso iría ligada al número de escaños que se eligen.
La Reforma Política, según el profe Tulio Eli, cambió la fórmula electoral del cuociente y el residuo por la cifra repartidora con el argumento de que ésta, por oposición a aquella, castiga a las minorías insignificantes para favorecer a las grandes mayorías. Todo depende del número de listas en competencia y sobre todo de la forma equilibrada o desequilibrada de distribución de la votación entre las diferentes listas. En universos electorales en que hay pocas listas y éstas se reparten muy equilibradamente la votación, las dos fórmulas –cuociente y cifra- tienden a repartir de manera muy similar la representación en el cuerpo colegiado. Por ello, la solución idónea a los graves problemas de multiplicación de listas y fragmentación partidista no era reemplazar el cuociente por la cifra repartidora sino reducir el número de partidos, imponerles la limitación de la lista única y, tal vez, exigir un umbral más riguroso (5%). La cifra repartidora es aconsejable en los regímenes parlamentarios, por cuanto esta fórmula ayuda a perfilar una mayoría para la gobernabilidad. En Colombia y en un contexto partidista serio y equilibrado la fórmula del cuociente y residuo no funcionaría mal. Remata el profe Chinchilla en su trabajo.
Pero más allá de la mecánica electoral ¿Cuál es el resultado de la reforma? Las entidades con capacidad de dar avales no se han reducido de manera sustancial. Armando Novoa, Director de la ONG Plural, asegura que la lista única combinada con el voto preferente generó un nuevo esquema en el cual predomina el más puro y elemental cálculo de aritmética electoral. La agrupación por acuerdos programáticos o por modelos de sociedad es secundaria. La financiación de las campañas continúa allí como un agujero negro en el cual se depositan buena parte de dineros de la corrupción y el tráfico de influencias. ¿Mejoró la reforma la calidad de la política, la transparencia, la representatividad y la proporcionalidad del sistema electoral?

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