La Constitución
del URIFACTO
Por
Rafael Rincón P.*
Sin duda está haciendo efecto en la sociedad colombiana y en las
instituciones la falta de formación ciudadana. Pareciera ser una política estar
lejos de lo público y entregados a lo privado. La Constitución Política del 91 quedó
solo para los estudiantes de las facultades de derecho y para los abogados y
jueces. Es, actualmente, una constitución para hacer ejercicios
académicos.
El estado de derecho, que se funda en el imperio de la ley, es hoy desconocido
de forma ramplona por una parte importante de sus autoridades en Colombia. Así
que el Presidente afirme que desconoce los protocolos que suscribieron las
partes contratantes en un proceso de paz con el apoyo de países garantes como
Cuba, Venezuela, Chile, Brasil, Ecuador y Noruega y no se ponga colorado un
solo instante es una señal de que estamos involucionando. Vamos de para atrás,
de un estado de derecho precario estamos pasando a un régimen de hecho.
Sí, estamos en presencia no solo de otro gobierno sino también de un nuevo
ordenamiento político y jurídico; tenemos una Constitución no escrita que acoge
el actual Presidente de la República y una parte de los congresistas, a pesar
de haber jurado respetar los cánones constitucionales del 91.
Esa Constitución que se ha instalado desde el 7 de agosto de 2018 no tiene
como mandato que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento,
tampoco reconoce la dignidad humana ni la equidad.
Esta Constitución que empuja el gobierno de Duque, por el contrario, parte
de la guerra como principio constitucional, reconoce la desigualdad social, y
es una Constitución de privilegios para unos y no de derechos para todos. En la
cúspide de esta Constitución está la voluntad del caudillo. Nadie por encima de
Él. Además, se reconoce como un estado confesional, y considera que el poder
emana de Dios, por eso todo acto oficial empieza con invocación divina.
Pero no es que hayamos regresado a la Constitución Nacional de 1886, no, caímos
más hondo; es que con la Carta de 1886 había posibilidad de pensar distinto,
hoy no, o piensas como el establecimiento o te “pelan”. Es una Constitución de
un estado feudal, en donde el despojo queda garantizado y los propietarios de
la tierra tutelados.
En esta Constitución oscurantista la corrupción es de los de abajo, jamás
de los de arriba. Odebrecht es una corrupción blanca, lícita, por ser una
corrupción de los expresidentes y del grupo Aval, de los dueños del país. Esta
carta política autoriza la pena de muerte siempre y cuando se camufle a las
víctimas o se les califique de terroristas.
En esta Constitución las instituciones no son plurales, independientes e
imparciales, son instituciones del partido de gobierno y administran para el
partido. El mejor ejemplo, es el Consejo Nacional Electoral, donde ellos se
autodenominan magistrados y toman decisiones, no en derecho, sino conforme al
“estado de los hombres”, acorde con lo que piensa el caudillo, para ellos no
rige el principio de independencia de la función pública.
Bajo esta Constitución un Ministro como el de Agricultura hace caso omiso a
la jurisprudencia de las altas cortes y contrata directamente con Fedegan la
administración de fondos públicos que antes le fue quitado por malos manejos.
En esta Constitución el Fiscal trabaja para defender los bienes del poder
financiero y para perseguir a los opositores políticos. En esta Constitución la
pena de muerte está instituida para los líderes sociales. Bajo esta
Constitución se condena a un ciudadano escuchando a una sola de las partes. Con
esta carta los altos funcionarios, todos, gozan de impunidad.
Estamos en presencia de un estado de facto, lejos del imperio de la ley, en
manos de alguien que incluso controla el poder civil y religioso, un estado
fundado en una sola voluntad, casi un califato: Un Urifacto.
Medellín, 22 de enero de 2019
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